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Gestión de Destinos: el Desafío de Equilibrar Turismo y Desarrollo

por Diogo Canteras - Founding Partner, HotelInvest

El creciente interés por la gestión de destinos turísticos refleja transformaciones profundas en la forma en que viajamos y ocupamos los territorios. En los últimos años, el turismo ha dejado de ser solo una actividad económica para convertirse en un fenómeno social y urbano, con impacto directo en la calidad de vida de las comunidades y en la sostenibilidad de los lugares.

Entre los factores que explican este cambio se encuentran la valorización del ocio y del turismo en la pospandemia, el avance del alquiler temporal y sus efectos sobre el mercado inmobiliario, el aumento significativo de los flujos turísticos y las reacciones de las poblaciones locales frente a los impactos del turismo descontrolado. A esto se suma una nueva conciencia: el turismo puede ser un motor de desarrollo, siempre que esté bien planificado y gestionado.

El debate sobre el llamado overtourism (o turismo excesivo) ilustra bien este cambio de perspectiva. Muchos destinos comenzaron a enfrentar un dilema: ¿cómo equilibrar la satisfacción de los visitantes, la calidad de vida de los residentes y la rentabilidad de las inversiones turísticas?

Lo que está cambiando en los destinos

En todo el mundo crece el número de destinos que reconocen los riesgos del crecimiento desordenado y adoptan prácticas de gestión más responsables. El foco ya no es solo atraer más turistas, sino cualificar el turismo existente —reducir la presión por visitante y aumentar el valor de cada viaje—. Se trata de una lógica similar a la de la hotelería, cuando se busca elevar el RevPAR (ingreso por habitación disponible) priorizando la tarifa media diaria en lugar de la tasa de ocupación.

Entre las medidas más comunes se encuentran el monitoreo constante de los flujos y de la percepción de los residentes, la creación de consejos intersectoriales con metas e indicadores, el control de autobuses turísticos y cruceros en áreas sensibles, y la implementación de tasas de visita o reservas previas en atractivos de alta demanda. También cobran fuerza las políticas de zonificación y las reglas para el alquiler temporal, además de campañas que promueven las visitas en horarios alternativos y la dispersión geográfica de los flujos turísticos.

Por qué es tan difícil avanzar

A pesar del consenso sobre su importancia, pocos destinos logran implementar modelos de gestión eficaces. El turismo es un sector altamente fragmentado, que depende de la articulación entre el gobierno, la iniciativa privada y la comunidad local. Faltan estructuras técnicas y ejecutivas dedicadas, los recursos financieros suelen ser limitados y la integración con áreas como el urbanismo y el medio ambiente todavía es incipiente.

Además, es poco común la cultura de planificación a largo plazo y del uso de datos para fundamentar las decisiones. En muchos casos, los planes de turismo existen solo en el papel, sin una gobernanza efectiva ni mecanismos de seguimiento. La ausencia de políticas estatales y nacionales de apoyo a la gestión local agrava el panorama, dificultando la continuidad de las acciones y la consolidación de resultados.

Una nueva mirada hacia el futuro

La gestión de destinos es, ante todo, una cuestión de visión. Se trata de definir el tipo de turismo que se desea atraer, el ritmo de crecimiento aceptable y el papel del turismo en el desarrollo local. Las ciudades y regiones que logran alinear estos elementos cosechan beneficios duraderos: generación de ingresos, valorización cultural, preservación ambiental y calidad de vida.

El gran desafío del turismo brasileño en la próxima década no será solo atraer más visitantes, sino recibirlos bien, de manera inteligente, equilibrada y sostenible. En última instancia, hablar de gestión de destinos es hablar del futuro de los lugares y del deseo de construir destinos que encanten a los turistas y llenen de orgullo a sus habitantes.

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